... y ya comenzando "a menstruar", en la cama arropada, buscando la reacción calórica que deben producir los antinflamatorios en una ducha caliente, mi equilibrio, y la marihuana, con la sensación física (del dolor) que me atraviesa y recorre, leo el texto que nos ha enviado Óscar para la sesión del sábado y me prendo mientras degusto en mí misma un trozo de infinito ahora.
El infinito, ahora
(abril de 2006)
El mundo ha cambiado. La información se comunica de manera
diferente. La desinformación desarrolla sus técnicas. Migrar se volvió el
principal medio de supervivencia, a escala mundial. Militarmente hablando, el
Estado nacional de quienes sufrieran el peor genocidio en la historia se volvió
fascista. Los Estados nacionales se han reducido en lo general y,
políticamente, su papel se minimizó a uno de vasallos al servicio del nuevo
orden económico. El visionario léxico político de tres siglos se tiró a la
basura. El Fin de la Historia, lema global de las corporaciones, no es un
vaticinio: es una orden para borrar el pasado y lo que nos legó en todas
partes. En suma, ya quedó establecida la tiranía global, económica y militar de
hoy.
Al mismo tiempo se descubren nuevos métodos de resistencia
ante esta tiranía. Al interior de la oposición creciente, la cooperación
natural remplaza la autoridad centralizada. En vez de obedecer, los rebeldes
deben confiar más en sí mismos. Las alianzas urgentes en asuntos específicos
sustituyen los programas de largo plazo. La sociedad civil aprende las tácticas
de guerrilla de la resistencia política y comienza a practicarlas.
Hoy el deseo de justicia es multitudinario. Esto significa
que las luchas contra la iniquidad, las luchas por la supervivencia y la
dignidad propias, en pos de los derechos humanos, no deben nunca considerarse
en términos de sus demandas inmediatas, de la organización que las haga
posibles o de sus consecuencias históricas. Ya no pueden reducirse a “movimientos”.
Un movimiento describe un gran grupo de personas que colectivamente se mueven
hacia un objetivo definido, el cual logran o no pueden lograr. Pero dicha
descripción ignora, o no tiene en cuenta, las innumerables decisiones
personales, los encuentros, las iluminaciones, los sacrificios, los nuevos
deseos, los pesares y, finalmente, las
memorias que ese movimiento hace emerger y que, en sentido estricto, serían
incidentales.
La promesa de un movimiento es su victoria futura, mientras
que las promesas de esos momentos incidentales tienen un efecto instantáneo. En
su intensidad vital o su tragedia, tales momentos incluyen aquellas experiencias
de una libertad en la acción. (La libertad sin acciones no existe.) Momentos
así son trascendentales, como ningún “resultado” histórico puede serlo. Son lo que
Spinoza denominaba lo eterno, y son tan multitudinarios como las estrellas en
un universo en expansión.
No todos los deseos conducen a la libertad, pero la libertad
es la experiencia de un deseo que se reconoce, se asume y se busca. El deseo no
implica nunca la mera posesión de algo, sino la transformación de ese algo. El deseo
es una demanda: la exigencia de lo eterno, ahora. La libertad no constituye el
cumplimiento de ese deseo, sino el reconocimiento de su suprema importancia.
Hoy, el infinito está del lado de los pobres.
John Berger (2007), Con
la esperanza entre los dientes, Madrid, Alfaguara, 2010, pp. 17-18.
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