miércoles, 6 de marzo de 2013

Arriba Olympia_a la Mierda Rousseau, Kant, Hegel, Shopenhauer, Kirkegaard y los románticos


Desde hace varias semanas estoy muy cabreada con la sarta de sandeces que decía Rousseau en su  supuesta "política democrática" acerca de las mujeres en el Emilio_Sofía,. Ya desde antes de llegar a León tenía ganas de escupirle literalmente a la cara. Fue buenísimo, no obstante, ver que no he sido la primera, ni seré la última, y que otras se han adelantado ya, con piezas superdivertidas, como la de Cristina Lucas, en la que un grupo de muy variadas y diversas mujeres intergeneracionales se reúnen de forma discontínua y a son de charanga festiva en torno a una escultura de Rousseau (supuestamente ubicada en la Pza de las Descalzas, Madrid),  de forma tajante y asertiva se desquitan rompiéndole botellas en la cabeza, arreándole con vigas de madera, insultándole y lo que buenamente les parece.
Muy divertida, me eché unas buenas carcajadas.

Rousseau & Sofía,
Cristina Lucas
2008

Con el paso de los días se han ido uniendo algunos más a este cabreo, Kant, Hegel, Shopenhauer, Kierkegaard,.. no se salva ni uno.

Mientras consigo el tiempo para exponer estas reflexiones más detalladamente, escribo, bueno, más bien trascribo, "Olympia", que sintetiza muy bien este asco que me dan la mayoría de los argumentos de los "señores" que he mencionado arriba.

Hacer memoria y seguir preguntándonos con qué tinta se escribe la Historia.

Re_escribir la Historia

Olympia

Son femeninos los símbolos de la revolución francesa, mujeres de mármol o bronce, poderosas tetas desnudas, gorros frigios, banderas al viento.

Pero la revolución proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la declaración de los derechos de la Mujer y la Ciudadana, marchó presa, el tribunal Revolucionario la sentenció y la guillotina le cortó la cabeza.

Al pie del cadalso, Olympia preguntó:
- Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?

No podían. No podías hablar, no podían votar. La Convención, el Parlamento revolucionario, había clausurado todas las asociaciones políticas femeninas y había prohibido que las mujeres discutieran con los hombres en pie de igualdad.

Las compañeras de lucha de Olympia de Gouges fueron encerradas en el manicomio. Y poco después de su ejecución, fue el turno de Malon Roland. Malon era la esposa del ministro del Interior, pero ni eso la salvó. La condenaron por su antinatural tendencia a la actividad política. Ella había traicionado su naturaleza femenina, hecha para cuidar el hogar y parir hijos valientes, y había cometido la mortal insolencia de meter la nariz en los masculinos asuntos de estado.

Y la guillotina volvió a caer.

Eduardo Galeano
Espejos,  una historia casi universal

Qué ganas de cruzarme algunos cuadros con estas mujeres, con Olympia y Malon.
Qué ganas de intervenirlos.


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